Por Jacqueline Guevara G.
Hay movimiento de tropas en América Latina. A Venezuela llegan 24 aviones de combate Sukhoi, 100.000 fusiles automáticos Kalashnikov y varios batallones de tanques enviados por Rusia; Brasil suscribió un acuerdo con Francia para adquirir armamento por más de US$9.000 millones, entre ellos un submarino nuclear; Chile sigue aumentando el número de cazabombarderos y fragatas, y en Colombia 1.200 militares y técnicos estadounidenses se preparan para desembarcar en siete bases militares. Este gran despliegue bélico, que no se vería en una región que ha sido históricamente pacífica, parecería presagiar que los tiempos de calma están llegando a su fin y que varios gobiernos preparan su defensa ante un posible ataque.
¿Está ingresando la región en una carrera armamentista de insospechadas consecuencias? Aunque analistas internacionales y expertos en el tema militar señalan que no es muy claro que se presente este fenómeno, lo cierto es que en los últimos años la compra de armamento ha venido en ascenso y varios gobiernos están mostrando los dientes exhibiendo su material bélico y anunciado nuevas adquisiciones. Aunque la región no ha estado exenta de conflictos, relacionados en la mayoría de los casos con problemas fronterizos, recientemente la intensidad política y diplomática ha tocado a Colombia, Venezuela y Ecuador, países que desde hace año y medio están enfrascados en duras polémicas, que amenazan con llevar al terreno militar y desestabilizar a la región.
La piedra del escándalo fue la incursión de Colombia en territorio ecuatoriano, el primero de marzo del 2008, cuando el ejército nacional atacó un campamento de las FARC, en Angostura, y dio muerte a Raúl Reyes, uno de los más importantes jefes de esta organización guerrillera. El ataque sorpresivo, que no fue consultado previamente con el Gobierno del vecino país, provocó la ira del presidente Rafael Correa, quien rompió relaciones diplomáticas con Colombia y quien amenazó con una respuesta militar si se presentaba una nueva incursión en su territorio. Chávez también mostró los dientes al decir en la cumbre de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur), en Quito, que comienzan a soplar vientos de guerra y que no va a permitir que a Venezuela le hagan lo mismo que le hicieron a Ecuador. “Si Colombia lo intenta la respuesta sería militar”, aseveró en un tono enérgico.
Pero ¿qué tan dispuestos están los gobiernos de estas naciones a irse a un conflicto? Si fuera por la compra de armamento, cualquiera pensaría que sí; pero detrás de estas acciones hay toda clase de consideraciones, desde modernización de equipo, aprovechando el auge economico de los últimos años, pasando por las geopolíticas y estratégicas. En el caso de Venezuela, es claro que quiere extender su revolucion a otras naciones y para ello necesita demostrar su fotaleza económica y militar.
Eduardo Velosa, catedrático de la Universidad Javeriana, afirma que es exagerado hablar de una carrera armamentista y asegura que estos movimientos corresponden a la adaptación a los nuevos desafíos de la seguridad en términos regionales. Países como Brasil, Venezuela y Colombia están renovando su armamento porque cada uno afronta problemas internos particulares por el accionar de las organizaciones delictivas
Y aunque los anuncios recientes de compras de armas por parte de Venezuela han acaparado la atención, lo cierto es que uno de los países que más ha incrementado su pie de fuerza y destinado recursos para la compra de armamento es Colombia, que ya venía siendo apoyado por los EE.UU. con el Plan Colombia en la década de los noventa. Este apoyo económico y militar tenía como objetivo fundamental la lucha contra las organizaciones dedicadas al narcotráfico y la erradicación de los cultivo de coca. Pero el nuevo acuerdo de cooperación con el gobierno de Barack Obama, que permite que militares estadounidenses controlen siete bases nacionales, da nuevos argumentos a los países vecinos para seguirse armando, con el fin de defender sus intereses, ante una posible intromisión foránea.
Estrategia geopolítica
En los últimos cinco años, América Latina, y particularmente Suramérica, ha incrementado de manera sustancial su gasto en defensa y aumentado el pie de fuerza. Las cifras así lo confirman: en el 2008, el gasto en el sector subió 30% en la región, frente al 2007, con un total de US$51.110 millones, de acuerdo con el Balance Militar de América del Sur realizado por el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría. Esta cifra es significativa si se tiene en cuenta que representa el 70% de los ingresos por remesas que enviaron los inmigrantes durante todo el 2008. En el caso de Colombia, los recursos para el sector se equiparan con los giros para salud y educación. El número de efectivos entre miembros del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea supera el millón en Suramérica, de los cuales Brasil tiene el 31,6% y Colombia el 23,4%.
A pesar de lo abultada de la cifra, el gasto militar de la región no llega al 5% del gasto militar de todo el mundo (ver tabulado). El estudio señala que, además de los interrogantes en torno a si estamos o no en una carrera armamentista, lo cierto es se ha puesto en marcha en la región un proceso de equipamiento que está marcando diferencias y definiendo perfiles entre los Estados que están fortaleciendo a sus Fuerzas Armadas y los que no pueden hacerlo, bien sea por la falta de recursos o porque no lo consideran una prioridad nacional.
La mitad de estos millonarios recursos corre por cuenta de Brasil –US$27.000 millones–, país que firmó un acuerdo con Francia para la adquisición de 50 helicópteros de transporte EC-725 y cinco submarinos de ataque Scorpene, uno de los cuales será adaptado a propulsión nuclear. Este acuerdo forma parte del Plan de Defensa Nacional de Luiz Inácio Lula Da Silva, que busca modernizar las fuerzas armadas, proteger los yacimientos petroleros marinos y defender la frontera de la presencia de las FARC. Precisamente, una de las más recientes compras fue la de ocho aviones no tripulados a Israel para defender la Amazonia.
Pero también, como lo señala Carlos Alberto Patiño, catedrático de la Universidad Nacional, el gigante suramericano ha emprendido una carrera para convertirse en una potencia global y para ello requiere no solo ser una potencia económica, sino militar. De hecho, es uno de los proveedores de equipo militar para países de la región. Lula aspira a conseguir el apoyo del presidente Nicolás Sarkozy para que Brasil sea aceptado como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La posición de Venezuela también es estratégica. Chávez ha reforzado los vínculos militares con Rusia, a la que le habría comprado armamento por más de US$4.000 millones en los últimos cuatro años, entre los que se encuentran aviones de combate Sukhoi, fusiles automáticos y tanques. A mediados de este año, una flota rusa permaneció durante varios días en aguas venezolanas, haciendo maniobras militares.
Velosa sostiene que con la nueva constitución bolivariana la revolución se convirtió en el punto central por defender.
“Nadie compra tanto armamento para dejarlo guardado. Creo que en el caso de Venezuela esta capacidad ofensiva es para asustar a la oposición y para fortalecer su estrategia geopolítica en la región”, dice Patiño, al recordar que el día del golpe de Estado al entonces presidente de Honduras Manuel Zelaya, Chávez amenazó que usaría la fuerza para derrotar al nuevo gobierno.
Chile también ha venido renovando su armamento gracias a los recursos provenientes de las exportaciones de cobre. El plan, que terminaría el año entrante, demandará recursos por US$2.500 millones y le permitirá a esta nación austral convertirse en uno de los países de la región en poseer Fuerzas Armadas equiparables a las que tienen algunas naciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de acuerdo con un estudio del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri). El material bélico incluye la compra a EE.UU., Rusia, Francia y Holanda de vehículos de artillería pesada, cazabombarderos y helicópteros. La marina chilena es hoy, después de la de Brasil, la segunda más grande de Suramérica y comprende fragatas, submarinos Scorpene y misiles antibuque.
La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, de la misma manera que su homólogo Hugo Chávez, viajó este año a Rusia con el fin de afianzar los lazos de cooperación militar. Estas adquisiciones, al igual que en los demás países, han sido cuestionadas por sectores de la población que no entienden cómo estas naciones, con tantos problemas sociales, le dan prioridad en sus gastos al tema armamentista. Uno de los gobiernos más inquietos con estas adquisiciones es Perú, con el que Chile ha tenido problemas fronterizos (delimitaciones marítimas) en el pasado reciente.
En Perú se habla desde hace varios meses que se destinarían alrededor de US$600 millones para modernizar equipos militares y reemplazar tanques rusos adquiridos en la década de los setenta.
En el caso ecuatoriano, el gobierno del presidente Rafael Correa anunció tras la incursión del ejército colombiano que comprará 24 aviones Super Tucano a Brasil y seis aviones no tripulados a Israel para mejorar el control de sus fronteras, especialmente con Colombia. Además, adquirirá helicópteros, dos fragatas y lanchas rápidas. Se tiene destinada una partida cercana a los US$550 millones para fortalecer a las Fuerzas Armadas, particularmente la aérea.
Corriendo bases
Con la llegada de Álvaro Uribe al poder, en el 2002, la seguridad se convirtió en un tema prioritario a tal punto de que el presupuesto destinado para defensa se ha duplicado. Según el Balance Militar de América del Sur, Colombia ocupa el segundo lugar en Suramérica en gastos en seguridad y defensa con el 14% de los recursos totales. En los últimos años se ha renovado el obsoleto equipo militar con la adquisición de 44 helicópteros, 62 aviones, 11.500 vehículos y 161 unidades navales y fluviales, entre otras. El Gobierno sostiene que este gasto es necesario porque tiene que combatir varios frentes a la vez, como son el narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares, cuyas acciones han traspasado las fronteras.
Nuestro país es, después de Brasil, el que más hombres tiene en las Fuerzas Armadas, con un total de 253.000, una cifra que duplica o triplica el número de hombres en países como Venezuela y Ecuador. A pesar de esta enorme fuerza, no tiene un gran equipo de carácter ofensivo, ni baterías antiaéreas, ni tanques de combate.
Pero ahora, con el control de bases militares por parte de militares estadounidenses, que compensan el cierre de la base de Manta (Ecuador), aumenta la tensión en la región y les dan motivos a los países vecinos para que se sigan armando. En una reciente gira del presidente Uribe por varios países de América Latina para explicar su posición sobre el tema, los gobiernos de Brasil, Argentina, Bolivia y México expresaron sus reparos. Las relaciones con Venezuela volvieron a un punto crítico porque Chávez ve la llegada de los militares de EE.UU. como una estrategia de espionaje y la cabeza de playa de una posible invasión a su territorio. De ahí que su respuesta no se haya hecho esperar a través de retaliaciones comerciales.
Consuelo Ahumada, internacionalista de la Universidad Javeriana, señala que Colombia, desde la década de los noventa, es el centro de la estrategia de EE.UU. en América Latina. “Es un hecho que un factor desestabilizador para la región es la política de seguridad democrática de Uribe. Por eso, el tema de las bases causa tanto malestar porque no se consultó con las demás naciones. Estas bases manejadas por militares de EE.UU. dan una posibilidad grande de espionaje e interceptación de objetivos”, dice esta profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana.
Para Velosa, de alguna manera el presidente Chávez tiene razón en sus reclamos, porque los militares de EE.UU. no reciben órdenes de nadie. “Eso causa malestar y nerviosismo, indiscutiblemente, Colombia debe tener cuidado para que desde estas siete bases primen los intereses estratégicos nacionales y no los de EE.UU”.
Uno de los más pronunciamientos más categóricos sobre el tema fue el del presidente mexicano Felipe Calderón, quien dijo que “nunca admitimos ni admitiremos actividades militares de los estadounidenses, de ningún tipo, en nuestro territorio”, y anotó que más que apoyo militar, la ayuda que México espera de EE.UU. es la reducción del consumo de drogas en ese país y el aumento del control a la venta de armas. Calderón abogó por que se tengan parámetros claros de defensa regional, al señalar que tan malas como las operaciones militares de EE.UU. son las operaciones navales rusas o las iraníes en nuestro territorio.
Sin embargo, hay que destacar que EE.UU. tiene actualmente instalaciones militares en Aruba, Curazao, El Salvador, Honduras, Perú, Puerto Rico y Guantánamo (Cuba)
Para Alfredo Rangel, politólogo y director de la Fundación Seguridad y Democracia, Colombia debe seguir adelante con su propósito de recuperar su seguridad interna, le guste o no a los vecinos, y hacer respetar ese derecho soberano. “No creo que haya ninguna posibilidad de una confrontación armada entre Colombia y los países vecinos; esos cantos de sirena son más instrumentos retóricos y de mandatarios como Chávez y Correa que buscan protagonismo internacional y recuperar apoyos internos que están perdiendo”. Asegura que el tema de la seguridad y la defensa va a ser de creciente importancia en Suramérica, pero a pesar de todo seguirá siendo una de las regiones más desmilitarizadas del mundo.
Patiño considera, por su parte, que América Latina seguirá en una polarización intensa donde no se ven soluciones diplomáticas a la vista, por lo menos con Venezuela.
Uno de los grandes desafíos para la región es combatir el crimen, que ha traspasado todas las fronteras, pero a través de una cooperación clara y transparente en el tema militar. Lo peor que le puede pasar a América Latina es sumarle nuevos problemas que estancarían su desarrollo económico y social y distanciarían aún más a unos países que no han logrado consolidarse como un solo bloque comercial porque los extremos ideológicos los separan cada vez más.
El tema de la defensa nacional es hoy, como nunca, una prioridad para muchas de las naciones de la región, que están gastando recursos a manos llenas en compra de armamento, mientras muchos sectores claman porque les destinen un presupuesto mayor. Este seguirá siendo el dilema de los próximos años: si los gobiernos siguen comprando tanques, helicópteros, aviones de combate y submarinos, o comienzan a mirar en serio sectores atrasados, como el de infraestructura, e invierten en servicios de salud y educación de alta calidad. Por ahora, la incipiente carrera armamentista está ganando la batalla.
La mirada venezolana
¿Cómo ven los venezolanos la escalada armamentista de Hugo Chávez y qué piensan del acuerdo de cooperación entre Colombia y EE.UU.?
Rocío San Miguel, directora de Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional (en la foto), una organización no gubernamental venezolana, sostiene que en su país hay una mezcla de tres circunstancias: una carrera armamentista, una renovación del equipo militar y nuevas necesidades de defensa nacional. Así lo demuestra la compra de blindados y la renovación de la flota aérea de combate. A Chávez le interesa edificar la hipótesis de un conflicto interno y trata de mantener a raya las protestas de la oposición.
Descarta que se presente una guerra convencional con Colombia, pues no cree que sea respaldada por las Fuerzas Armadas de ninguno de los dos países. Sin embargo, ve como una posibilidad choques fronterizos de baja intensidad, pero de efecto prolongado.
En el caso colombiano, asegura que el país debe comenzar a pensar en cómo va a disminuir su capacidad militar una vez termine el conflicto armado y qué va a pasar con temas tan críticos como los falsos positivos y los más de 7.000 desmovilizados.
Por su parte, Manuel Andara, general retirado de división de la Fuerza Aérea Venezolana, sostiene que la compra de armamento es un tema disuasivo para advertirles a los adversarios que no se metan conmigo, pero también están los conflictos internos, como los de Colombia, que no se han podido resolver y que necesitan de unas Fuerzas Armadas para cumplir con el rol constitucional de defender la soberanía nacional.
“Cuando se introduce el tema político, todo se transtorna. Por eso vemos a Venezuela comprando armamento a Rusia y a Oriente Medio cuando nuestra mayor balanza comercial es con EE.UU. En una guerra no gana el que tenga el mejor avión, sino el piloto más entrenado, y aquí no tenemos gente entrenada”, asegura.
La capacidad militar
La capacidad militar entre los países de América Latina es muy dispar. Este es el arsenal de varias naciones en el 2008.
En número de tanques pesados y livianos, Argentina, Chile, Brasil y Perú llevan la delantera. Sin embargo, Chile cuenta con el material más moderno y potente.
En vehículos de combate blindados, se destacan, en su orden, Brasil (800), Chile (772), Argentina (490) y Venezuela (113).
En vehículos de combate blindados de exploración (Hummer o similares), sobresalen Brasil (400 unidades), Colombia (134) y Uruguay (111).
En artillería de defensa aérea, Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela llevan la ventaja.
En número de fragatas y corbetas, Brasil cuenta con 17, Perú con 14, Argentina con 13 y Chile con 8.
En cantidad de helicópteros sobresale Colombia, con 140, seguida de Brasil, con 80, y Chile, con 46. Venezuela fortalecerá su capacidad en este tema tras las compras realizadas a Rusia.
Fuente: Poder360
0 comentarios:
Publicar un comentario
Escriba empleando términos alturados, de lo contrario su comentario será eliminado. Gracias.