Vía | defensa.com
25/2/13
| 0 comentarios | Fragatas, México
Fragatas clase Oliver Hazard Perry para la Marina de México
El Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, podría transferir en forma de donación dos fragatas misileras clase Oliver Hazard Perry, las USS Curts (FFG-38) y USS McClusky (FFG-41) al gobierno de México. La transferencia está ya autorizada por el Senado de los EEUU, el cual ratificó el acta correspondiente el pasado 1 de enero, mediante el cual se le concede al Presidente la posibilidad de ceder sin costo varias unidades de la clase Perry a distintos países incluyendo México. De ser aceptada la donación por México, los costos de traslado de los buques quedarían a su cargo, así como los trabajos de reparación y modernización de las unidades, los cuales, como señala el acta, deben de realizarse en astilleros estadunidenses para que la cesión se haga efectiva. El valor de esta clase de obra podría ascender a varias decenas de millones de dólares, de ser extensa la recuperación y modernización de las fragatas, por lo que no es aun seguro que la Secretaria de Marina (SEMAR) de México acepte incorporar dichas unidades. La toma de esta decisión tampoco es de gran urgencia ya que el poder dado al Presidente Obama para llevar a cabo esta transferencia es válido por un periodo de tres años.
Las unidades clase Oliver Hazard Perry son fragatas misileras cuyo diseño remonta a inicios de los años 1970. La idea era contar con un navío de construcción económica, del cual se podrían fabricar grandes cantidades para ir remplazando aquellos veteranos destructores de la Segunda Guerra Mundial que aún permanecían en servicio en la US Navy y parte de las unidades de diseño más reciente, tales como las fragatas clase Knox. Las Oliver Hazard Perry fueron inicialmente pensadas como fragatas de escolta para defensa antiaérea y antisubmarina, contando con un sistema lanza misiles individual Mk.13 para el disparo del misil antiaéreo SM-1MR y del armamento anti buque RGM-84 Harpoon, y con dos lanzatorpedos antisubmarinos triples Mk.32.
A estos armamentos se les suma una torreta Oto Melara con un cañón de 76 mm y, a partir de finales de los años 1980, un sistema antiaéreo de corto alcance y alta cadencia cíclica Phalanx CIWS de 20 mm. Dependiendo de la versión, las fragatas Perry podían embarcar dos helicópteros SH-2 Seasprite o dos SH-60 Seahawk. En total, la US Navy recibió 51 fragatas Perry, las cuales se construyeron en EEUU de 1975 a 1989. También se produjeron seis unidades para Australia (cuatro de ellas en EEUU), otras seis (clase Santa-María) en España y otras ocho en Taiwán.
Dentro de las notables acciones de guerra de la clase Perry destaca la participación de varias unidades a las operaciones en el Golfo Pérsico durante la guerra entre Irán e Irak. Fue durante aquel periodo que la USS Stark fue atacada por un avión iraquí y sufrió dos impactos de misiles Exocet que causaron la muerte de 37 marinos estadunidenses. Posteriormente las Perry participaron en la guerra del Golfo desempeñándose también en diversas otras operaciones navales norte-americanas a lo largo de los años. A partir de los años 2000, EEUU fue dando de baja varias fragatas clase Perry, algunas de las cuales fueron transferidas a países extranjeros como Bahréin, Egipto, Pakistán, Polonia y Turquía. Otras han sido desmanteladas tras su baja y, al día de hoy, son unas veinte unidades las que mantiene la US Navy en servicio y prevé remplazar en los próximos siete años, con los nuevos Litoral Combat Ship (LCS).
Las dos fragatas destinadas a México, USS Curts (FFG-38) y USS McClusky (FFG-41) desplazan cada una 4200 toneladas a máxima carga. Tienen una eslora de 138 metros (son de la versión “alargada” de las Perry) y una manga de 14 metros y ambas fueron comisionadas en la US Navy en 1983. Su velocidad máxima es de 29 nudos y tienen una autonomía de hasta 5000 millas náuticas con velocidad de crucero de 18 nudos. Su armamento ya no incluye el lanzador Mk.13 que fue desmontado de todas las fragatas Perry estadunidenses a partir de los años 2000, por lo cual estos dos navíos no tienen ya capacidad para disparar misiles antiaéreos SM-1MR y anti navíos RGM-84. Conservan sus dos montajes lanzatorpedos triples Mk.32, la torreta Oto Melara de 76 mm, el Phalanx CIWS así como varias ametralladoras calibre .50. Ambas fragatas pueden embarcar dos helicópteros SH-60 Seahawk. Entre los sensores instalados a bordo de los navíos destacan el radar de vigilancia aérea AN/SPS-49 y el radar de búsqueda de superficie AN/SPS-55. A la fecha, la USS Curts ya ha sido dada de baja de la US Navy mientras que la USS McClusky será retirada en breve.
Todavía es muy temprano para decir que será de esta propuesta del gobierno Obama a la SEMAR. La Marina Armada de México cuenta con una flota de fragatas y destructores algo anticuada, conformada por cuatro fragatas clase Allende (ex USS Knox), dos clase Bravo (ex USS Bronstein) y un destructor clase Quetzalcóatl (ex USS Gearing). El armamento de aquellos navíos se limita a sus cañones de 127 mm, ametralladoras y sistema antisubmarino ASROC, ya que en el caso de las Allende, sus lanzadores para misiles Harpoon y Sea Sparrow o bien fueron desmontados antes de la entrega de los buques a México o, si están presentes pero no se compraron los misiles para su empleo. Si bien es cierto que la escuadra de guerra de la Armada Mexicana requiere de una renovación, aquello no es una urgente prioridad debido a la falta de amenaza naval convencional hacia el país. De hecho, en la actualidad, las fragatas y destructores mexicanos más bien sirven esencialmente para preservar la vigencia de los conocimientos del personal naval en cuanto a guerra naval convencional y operación de buques de guerra mayores.
En el combate al narcotráfico y al crimen organizado, estos navíos no tienen utilidad pues tanto sus sensores, armamentos y tamaño no les permiten operar con gran eficiencia en misiones de interdicción. La SEMAR aún necesita reforzar su flota de patrullas oceánicas y costeras así como el número de sus buques de apoyo logístico y de guerra anfibia, los cuales pueden emplearse con eficiencia en misiones de apoyo a la población civil y transformarse de ser necesario en bases flotantes para operaciones de alto impacto. Las dos fragatas clase Perry no cuentan ya con sus sistemas de combate antiaéreo y anti superficie por lo cual a menos de que se les invierta una cuantiosa cantidad de dinero para incorporales nuevos lanzamisiles, no tendrán ningún poder disuasivo adicional que no tienen ya las unidades que opera la Marina Mexicana. La simple recuperación de las dos Perry será una operación muy costosa para la SEMAR y, aun así, no les quitara los treinta años de servicio que ya tienen cumplidos.
Es cierto que los sensores más modernos de las Perry y sus dos hangares para helicópteros (pero para sacarles beneficio se necesitan los helicópteros correspondientes, y a la hora la flota de aeronaves embarcables de la SEMAR ya es insuficiente para dotar a todas sus patrullas oceánicas, sin mencionar a sus fragatas) las hacen mucho más capaces que las Allende o las Bravo. Además su electrónica ha sido ampliamente modernizada en los años 2000 por lo cual, sin duda, de ser incorporadas permitirían un salto tecnológico notable dentro de las capacidades de guerra convencional de la Armada. Sin embargo no dejaran de ser más que plataformas de entrenamiento operacional, sin verdadero poder ofensivo, por lo cual la inversión que sería sin duda necesaria para su inducción parece algo injustificada. Además, no se debe de olvidar que muy probablemente antes de ser entregadas se les desmontaran sus sistemas más sofisticados, limitando aún más sus capacidades e incrementando el monto que resultaría necesario para ponerlas en condiciones de llevar eficientemente a cabo su misión… Sin duda sería más económico, a corto plazo, y beneficioso en el futuro tanto para la Armada como para sus astilleros el dejar de lado aquella donación y esperar condiciones más favorables para implementar, mediante un acuerdo de cooperación con una empresa extranjera, algún programa de construcción de fragatas ligeras en México. Con ello se podrían desarrollar nuevas capacidades para la industria naval mexicana y su personal así como optimizar los costos de construcción y el diseño de un modelo verdaderamente adecuado a las necesidades de la SEMAR. (Por EEMC, corresponsal del grupo EDEFA para México)
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