La situación se complicó cuando ingresaron en la OTAN los países de la Europa del Este, antiguos miembros del Pacto de Varsovia. Los Ejércitos de Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y otros países tenían enormes cantidades de material soviético que amenazaban con destruir la de por sí bastante diluida estructura de armas dentro de la Alianza.
La solución más obvia - sustituir las armas soviéticas con los sistemas desarrollados en Occidente - no servía en este caso: las flamantes armas occidentales costaban tanto que habrían sido una soga en el cuello de las incipientes democracias del Este, y en cuanto a los modelos desconservados de producción anterior, habría sido necesario gastar sumas notables en su modernización, aparte de que sus características eran a menudo inferiores a las del armamento fabricado en la URSS en los años 60-80.
Entonces se optó por modernizar el material soviético y homologarlo a los estándares occidentales. Podríamos pasar horas hablando de la renovación a que se sometieron diversos modelos de equipos terrestres, navales y aéreos, pero vale mencionar aquí dos proyectos: el MiG-21 Lancer para Rumania y el MiG-29SD para Eslovaquia.
La modernización del MiG-21 Lancer se llevó a cabo con la ayuda de ingenieros israelíes, reputados expertos en lo que atañe a la tarea de actualizar aparatos aéreos de diversa edad y tipología. La empresa IAI puso en los antiguos MiG rumanos nueva aviónica, incluidas las pantallas LCD de funciones múltiples, designador de blancos de casco y ordenador de a bordo, así como pilones universales que permiten usar las armas y los contenedores de equipos tanto de producción soviética o rusa como los de fabricación occidental.
Un proyecto que tenía que ser exitoso se tradujo de hecho en una serie de grandes problemas. La empresa productora no participó en el proceso de la modernización y, encima, se usaron durante la reparación capital algunos repuestos de procedencia dudosa. Como resultado, hubo varios accidentes que acabaron con la reputación del MiG-21, considerado un avión fiable y prácticamente infalible desde el momento de su creación en la década del 50. A partir de ahí, las demás naciones cuyas Fuerzas Aéreas están dotadas de máquinas soviéticas procuraron tener más cuidado a la hora de escoger a la contraparte para la modernización.
Bulgaria y Eslovaquia, dos países que siguen usando los cazas MiG-29, decidieron contratar para ello a las empresas del país de origen.
Los MiG-29SD hechos para Eslovaquia son, tal vez, el caso más acertado de la adaptación de aviones de guerra soviéticos a los requisitos de la OTAN. La dotación de estas máquinas incluye un radar modernizado de producción rusa, un sistema de reavituallamiento en el aire, así como dispositivos occidentales de comunicación, identificación nacional y radionavegación. La cabina de pilotos tiene pantallas LCD de funciones múltiples. En cuanto a las armas, se mantienen las de siempre: los misiles rusos R-27 y R-73 tienen características técnicas y operacionales que convienen perfectamente a los militares eslovacos.
Además de modernizarse, estos MiG pasaron por una reparación capital que les permite continuar en servicio hasta la década del 30. En el tiempo que falta, podrán someterse a más de una renovación con el uso de los equipos modernos para preservar suficiente potencial combativo.
La exitosa ejecución del contrato eslovaco demuestra que la industria rusa de defensa puede competir con la occidental lo que se dice "en casa", equipando aviones militares para países que forman parte de la OTAN. Y no sólo aviones. También es bastante elocuente el ejemplo de Grecia que compra a Rusia los buques y los sistemas de defensa aérea. Los contratos implementados hasta la fecha y los que están en proceso de ejecución inducen a pensar que los armeros rusos van regresando al mercado europeo.
Fuente: rianovosti
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