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16/3/14
Heinz Eck, el único capitán de submarino alemán ejecutado por crímenes de guerra
En marzo de 1944 hundió desde el U-852 un barco griego frente a Liberia y ametralló a los supervivientes para borrar pruebas
Hace ahora exactamente 70 años: a las 19:40 horas del 13 de marzo de 1944, un submarino alemán cometía un atroz crimen de guerra en aguas internacionales frente a las costas de Liberia. Comandado por Heinz-Wilheim Eck, el submarino U-852 lanzó dos torpedos contra un carguero de bandera griega, el «Peleus». El transporte cubría una ruta entre Argelia y Sierra Leona. En muy pocos minutos el barco se hundió, dando apenas tiempo a sus 39 pasajeros a saltar por la borda y juntarse en dos balsas de salvamento.
Uno de los náufragos fue llamado a bordo del submarino, e interrogado sobre la ruta y nombre del carguero. Ante la posibilidad de que las lanchas pudieran ser localizadas o los supervivientes hubieran podido avisar el desastre, el comandante tomó una horrible decisión, que a la postre le costaría la vida a él y a dos de sus hombres. Tratando de borrar las pruebas de su ataque antes de ser localizado, disparó contra los restos del buque hundido y también ametralló las balsas a conciencia. Incluso lanzaron granadas de mano para mayor seguridad de que ningún resto quedaría a flote y de que nadie quedaría con vida.
Cuando el submarino dio por zanjado el "borrado de pruebas" y abandonó la zona, sólo cuatro de los miembros de la tripulación quedaban con vida, flotando en un mar ensangrentado entre los astillas y cuerpos destrozados. Tan maltrechos estaban que uno de ellos no llegaría con vida a la costa. Solo tres quedaron, pues: el primer oficial griego y dos marinos, uno griego y otro británico, que serían recogidos con vida 25 días después por un barco portugués, el mercante «Alexander silva». Llegaron a puerto el 20 de abril.
El submarino que llevaba un helicóptero
El 3 de mayo, frente a las costas de Somalia, en el Mar Arábigo, seis aviones Wellington de los escuadrones 621 y 8 acecharon al U-852 y lo hicieron encallar. Había seguido ruta hasta esas latitudes y de su tripulación de 66 hombres, 7 murieron en el combate. Al inspeciconar el submarino los aliados encontraron la bitácora que consignaba el ataque a un buque el día que se hundió el «Peleus» en la misma zona de África occidental y por eso pudieron llevar a juicio al capitan y otros tres miembros de la tripulación. Algunos marinos declararon haber visto a los acusados ametrallar a los náufragos y lanzarles las grandas.
Pero además, en aquella inspección de los aliados al U-852, también se encontró algo inesperado: un arma secreta, una máquina que asombró a los servicios de inteligencia, el antecesor de los actuales drones: el Focke Achgelis Fa-330 Bachstelze. Era un helicóptero de bolsillo, pilotado, que el submarino podía lanzar en minutos y mantener a más de 120 metros de altura para localizar objetivos desde el aire a una distancia de hasta 25 millas gracias a unos potentes binoculares. El piloto informaba a su capitán por teléfono.
Los disparos desde el submarino se prolongaron cinco horas
Pero volvamos a las consecuencias del ametrallamiento de los náufragos. Durante el juicio al capitán Eck y a sus dos tripulantes nunca se mencionó la suerte del marinero del «Peleus» que había sido llamado a bordo del submarino. Se cree que, bien fue ejecutado, bien sería invitado a volver a las lanchas de salvamento con sus compañeros, antes de ametrallarlas. Los disparos se prolongaron durante 5 horas. Eck estaba seguro, según confesó, de que su decisión era legal, porque era una "necesidad operativa", y creyó imposible que ninguno de los náufragos sobreviviera cuando se alejó de allí.
Cuando el submarino abandonó la zona del ataque, el capitán encontró a su tripulación deprimida (él mismo confesó en el juicio que se había deprimido un poco) después de lo sucedido y les arengó: «Si el exceso de simpatía les nubla el ánimo podríamos pensar también en nuestras esposas y niños que mueren en la patria víctimas de los bombardeos».
Después del juicio, el comandante y sus dos tripulantes murieron frente al pelotón de fusilamiento, cumpliendo una sentencia que el tribunal tardó solo 45 minutos en adoptar, después de atender a todos los testimonios, incluida la declaración jurada de los supervivientes y la deposición de los marineros del U-852. Fue el único capitán de un U-boat de la Kriegsmarine que acabó ejecutado por crímenes de guerra.
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