El arsenal sirio del terror

El clan de Bashar el-Asad controla más de mil toneladas de agentes químicos de guerra

La composición y la localización exactas del arsenal químico de Siria, un país dispuesto, según parece, a colaborar en su fiscalización por parte de la comunidad internacional, es muy difícil de conocer. Existen documentos con estimaciones aproximadas por parte de Israel, EEUU y Francia. Según los informes recientes de la Inteligencia gala, desclasificados en parte por el Gobierno de Hollande, Damasco posee uno de los más importantes stocks operativos de armas químicas del mundo, cuantificado en más de mil toneladas. Siria no forma parte de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas, integrada por 189 Estados, aunque sí suscribió el Protocolo de Ginebra sobre esta cuestión.

El documento galo sostiene que el programa químico sirio comenzó durante los años 70 con la importación de municiones de esa clase. Desde los 80, Damasco empezó a acumular materiales y a adquirir los conocimientos técnicos necesarios para tener una capacidad de producción autónoma y masiva en este ámbito. Según recoge este informe, el arsenal comprende centenares de toneladas de gas mostaza almacenado en su forma final, varias decenas de toneladas de VX -es el más tóxico de los agentes de guerra química conocidos- además de centenares de toneladas de sarín, que constituyen la parte fundamental de las existencias.

El sarín y el VX, neurotóxicos organofosforados, se almacenan en parte bajo forma binaria, es decir, conservados por separado en dos productos químicos, llamados precursores, que son mezclados justo antes de usarse. «Esta técnica y los procedimientos asociados revelan un gran control de la tecnología de armas químicas por parte del régimen sirio», se destaca. Los científicos locales han trabajado también en el gas mostaza de nitrógeno, agente vesicante de primera generación, así como un neurotóxico organofosforado cuya toxicidad es superior a la del sarín.

Francia ha documentado que Damasco está en condiciones de poner en marcha sus armas químicas por medio de una muy amplia gama de varios millares de vectores como misiles Scud C, cuyo alcance es de 500 kilómetros y son capaces de portar gas mostaza, sarín o VX. También misiles Scud B y M600, de un alcance de unos 300 kilómetros, y misiles SS21, adaptados a la aplicación de los tres agentes tóxicos citados pero de un alcance más reducido (70 kilómetros). Además cuenta con bombas aéreas y cohetes de artillería.

Destrucción de pruebas

El espionaje francés asegura que el programa químico sirio se articula en torno al Centro de Estudios e Investigaciones Científicas, encargado de la producción de agentes tóxicos de guerra. Su 'Rama 450' sería la responsable de las operaciones de relleno de las municiones químicas, pero también de la seguridad de los enclaves y de las existencias químicas.

La Inteligencia de Francia ha constatado en los últimos meses casos de empleo de agentes químicos por parte del régimen sirio en ataques contra zonas bajo control de la oposición, «con el objetivo de conquistar terreno y para infundir terror». Miembros de estos servicios recuperaron muestras biomédicas (sangre, orina), medioambientales (suelo) y materiales (municiones), tomados de víctimas o en los lugares de los ataques de Jobar y Saraqeb, a mediados y finales de abril. Los análisis efectuados confirmaron el empleo de sarín.

El 29 de abril el régimen atacó la localidad de Saraqeb. Según se ha comprobado, un helicóptero sobrevoló a mucha altura la ciudad y dejó caer sobre los barrios occidentales pequeñas municiones que provocaron un humo blanco. Alrededor de 20 personas resultaron intoxicadas y fueron evacuadas hacia los hospitales, donde una parte del personal médico resultó intoxicado por transferencia de la contaminación. A mediados de ese mismo mes, 40 personas resultaron intoxicadas y evacuadas en Jobar, a ocho kilómetros de la capital.

El régimen sirio también lanzó un ataque contra la población civil en la el 21 de agosto en el suburbio este de Damasco. Tras un análisis de 47 vídeos originales del ataque, se contabilizaron al menos 281 muertos, localizados en el distrito de Ghuta (barrios de Ain Tarma, Douma, Erbin, Jobar, Kfar Batna, Qas Alaa, Zamalka y Mudamiyat Sham). En el hospital de Duma, la mitad de las víctimas fueron mujeres y niños y en el 50% de los casos, la muerte fue inmediata. Según el relato desclasificado, las víctimas no presentaban heridas y sus síntomas agónicos fueron, esencialmente, convulsiones generalizadas, náuseas, vómitos, miosis, hipersecreción de saliva, disnea, sofocación, pérdida de conocimiento, señales clínicas coherentes fruto de la acción de los agentes químicos.

El ataque del 21 de agosto respondió a una táctico clásica -preparación de artillería y luego ofensiva terrestre-, que integró el uso de agentes químicos. ¿Cómo fue la operación militar? Entre la 3.15 horas se produjeron bombardeos convencionales aéreos y con artillería sobre el este de Ghuta. De forma paralela, las localidades de Zamalka, Kafr Batna y Ayn Tarma fueron objetivo de ataques químicos. A las seis, el ejército de El-Asad lanzó una ofensiva terrestre sobre estos enclaves. Luego se produjeron más incursiones.

Los especialistas del Ministerio de Defensa aseguran que el régimen sirio hizo todo lo posible para retrasar la llegada de inspectores durante varios días. «Estos elementos confirman una clara voluntad de destrucción de pruebas a posteriori. Además los militares provocaron incendios que tenían como objetivo purificar la atmósfera gracias a un movimiento de aire generado», constatan.

Los servicios de inteligencia concluyen que el régimen temía un ataque de envergadura en Damas en esas fechas. Su evaluación es que con esa ofensiva buscó «aliviar la tensión» que padecía y proporcionar seguridad a los enclaves estratégicos mediante el control de la capital. Como ejemplo citan el barrio de Moadamiyé, ubicado cerca del aeropuerto militar de Mezzeh, donde trabajan los servicios de inteligencia del Ejército del Aire.

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Fuente | larioja.com