Por Fernando de la Guardia
La puesta en marcha de la Operación "Amúd Anán" -traducida al castellano como "Pilar Defensivo"- no pilló a nadie por sorpresa. Hacía varias semanas que las milicias palestinas de la Franja de Gaza habían incrementado el lanzamiento de cohetes Qassam contra las ciudades y de proyectiles de mortero contra los kibbutzim del sur de Israel. Obligado por las circunstancias, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu decidió acometer una ofensiva militar que redefiniera las reglas del juego, tal como ya hiciera su predecesor Ehud Olmert en diciembre de 2008 mediante la Operación "Plomo Fundido". Además, hay que tener en cuenta que Israel se encuentra en fase preelectoral, factor adicional para que el Ejecutivo optara por pasar a la acción.
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Fajr-5 |
El momento cero de esta breve pero intensa campaña fue el "asesinato selectivo" del principal responsable de las Brigadas Izzadin Al Qassan, Ahmed Yabari, quien fue alcanzado de lleno mientras se desplazaba dentro de un vehículo por una calle perpendicular al Omar el Muktar, la principal avenida de la ciudad de Gaza. Esa misma tarde, la Oficina del Portavoz de Ejército hizo públicas las imágenes del impacto tomadas desde un avión no tripulado que sobrevolaba la zona. A partir de ahí las Fuerzas Aéreas de Israel (FAI) bombardearon exhaustivamente decenas de objetivos, especialmente aquellos en los que sus servicios de inteligencia habían ubicado los cohetes Fajr-3 y Fajr-5 de fabricación iraní, los de mayor alcance y capacidad destructiva dentro del arsenal acumulado por el brazo armado del movimiento islamista Hamás.
Selección de objetivos
Durante los ocho días que duró la contienda, las FAI efectuaron más de 1.500 misiones, en las que además de los silos que albergan los cohetes, atacaron los túneles que atraviesan el Corredor de Filadelfia (los 15 kms de frontera entre la Franja de Gaza y Egipto que van desde Kerem Shalom al Mediterráneo), depósitos subterráneos de explosivos y talleres en los que supuestamente se fabrican los cohetes. También edificios institucionales -especialmente puestos de las Fuerzas de Seguridad y comisarías de Policía- y otros simbólicos, tales como la Oficina del Primer Ministro y el Ministerio del Interior (este último en dos ocasiones, destruyendo el registro civil y los archivos de antecedentes penales). Asimismo, infraestructuras de potencial doble uso, como las antenas de emisión de las cadenas de televisión Al Aqsa y Al Quds, que supuestamente servían también para camuflar las comunicaciones del sistema de mando y control de las Brigadas Izzadin Al Qassam.
Gran parte de estos ataques fueron realizados con misiles de gran precisión disparados por aviones no tripulados, lo que minimizó los daños colaterales dentro de un escenario de operaciones con la densidad de población más alta del mundo. Estos drones artillados se convirtieron así en la punta de lanza de las FAI durante la campaña. Aún así, según las estadísticas compiladas por Naciones Unidas sólo 50 de entre los 166 muertos palestinos eran combatientes, mientras que entre los civiles se registró un alto número de mujeres y niños, además de más de un millar de heridos.
La Armada israelí también jugó un papel relevante, sobre todo durante las primeras cuatro noches, en que sus buques de guerra castigaron las posiciones de las milicias en los campos de refugiados de la zona central (El Bureij, Deir el Balah, Nuseirat) y las zonas costeras del sur (Rafah y Jan Yunis). En esta ocasión los carros de combate Merkava adoptaron un papel secundario, en parte porque los objetivos se encontraban en el interior, la costa y el sur, y también por miedo a poder ser alcanzados por cohetes anti-tanque Kornet, que ya habían sido utilizados en dos ocasiones por las milicias durante la primera mitad de noviembre.
Y aunque Netanyahu dio orden de movilizar hasta 75.000 reservistas para llevar a cabo la que se planteaba como una masiva operación terrestre -según el patrón de la Operación "Plomo Fundido"- el Gabinete de Seguridad optó por cancelarla después de que el Gobierno egipcio presidido por Mohammed Morsi amenazara con revocar los Acuerdos de Camp David en el caso de que tuviera lugar dicha ofensiva terrestre. Así pues, los soldados israelíes no llegaron a cruzar la verja perimetral ni a entrar en combate con las milicias.
El nuevo arsenal de Hamás
Tal como desde "Plomo Fundido" el Tsahal (Ejército israelí) ampliaba su arsenal de misiles guiados por láser y de plataformas de lanzamiento -primando los drones artillados Heron TP sobre los cazabombarderos y helicópteros de combate- las Brigadas Izzadin Al Qassam se dotaban de un amplio elenco de cohetes, aumentando en radio de tiro y precisión. A la versión mejorada del Qassam de fabricación local y los Grad de origen chino se unía la importación de -según estimaciones de la Inteligencia israelí- un mínimo de dos docenas de Fajr-3 (240 mm. de diámetro, 45 kms de alcance) y de Fajr-5 (333 mm. de diámetro, 75 kilómetros de alcance) de fabricación iraní.
Y aunque la mayoría de ellos fueron neutralizados durante las primeras horas de bombardeos selectivos, las milicias llegaron a lanzar hasta 1.500 proyectiles de todos los tipos y calibres, alcanzando por primera vez ciudades del extrarradio de Tel Aviv como Rishon Letzion. Los propios ciudadanos de Tel Aviv -tradicionalmente ajenos a los cohetes de Hizbolá y de Hamás- se veían obligados a meterse en los refugios en dos ocasiones, a pesar de que luego los cohetes fueran interceptados. Y por primera vez un cohete -según Hamás del modelo M-75, supuestamente producido en Gaza a partir del modelo Fajr-5, aunque este detalle todavía no ha sido confirmado- alcanzaba un descampado de las afueras de Jerusalén.
En este caso la innovación se aplicaba a los sistemas de lanzamiento, pues la mayoría de ellos se ubicaban en pequeños silos bajo tierra que se abrían puntualmente para efectuar el lanzamiento y se volvían a cerrar con la mayor rapidez posible. Igualmente, en el hecho de que dispusieran de una red de subterráneos a través de los que moverse para efectuar los lanzamientos a través de un mando a distancia y sin exponerse frente al enemigo. De esta forma Hamás lograba causar daño -más psicológico que material, pues el balance final fue de 6 muertos y 240 heridos- a la vez que mantenía a sus 20.000 milicianos fuera de peligro.
Éxito de la "Cúpula de Hierro"
Para los analistas militares israelíes el gran vencedor de la guerra fue el sistema anti-misiles Kipat Barzel (Cúpula de Hierro), que logró interceptar -según las estadísticas del propio Tsahal- hasta 426 de los cohetes palestinos disparados contra zonas pobladas (hay que tener en cuenta que el sistema incorpora un sistema de radar y seguimiento de sus objetivos que le permite discriminar aquellos cuya trayectoria se desvía de las zonas pobladas), lo que supondría un 84% de acierto, dado que casi dos tercios de los 1.500 proyectiles lanzados cayeron en zonas despobladas. De esta forma sólo 81 de los cohetes alcanzaron su objetivo.
La dinámica de los acontecimientos obligó al despliegue de una quinta batería anti-misiles en el sur de la ciudad de Tel Aviv, que estaba prevista para marzo del 2013. A pesar del riesgo que conllevaba su incorporación, esta batería adicional se integró perfectamente con las ya desplegadas en Beersheva, Ashdod, Asquelón y Netivot. Cada batería incorpora tres lanzaderas para misiles del tipo Tamir, que tiene un radio de entre 4 a 70 kms de distancia, lo que hace que cada batería permita defender unos 150 kms². El Gobierno ha anunciado su intención de comprar nuevas unidades hasta disponer de un total de entre 12 y 15 para completar la cobertura de todo el territorio.
Pero a pesar de esta nueva victoria militar de Israel, que no política, pues el desenlace de la campaña -tal como ocurriera con Hizbolá en agosto de 2006 ha otorgado a Hamás los mayores índices de apoyo interno y legitimidad internacional de sus recién cumplidos 25 años de historia- el desafío más importante en estos momentos es encontrar una nueva fórmula diplomática que respetando el marco legal de Camp David permita incorporar un mecanismo eficaz de supervisión e intervención del flujo de cohetes, armas y explosivos a la Franja de Gaza a través de la Península del Sinaí. Pues si éste no se pone en marcha rápidamente, el Gobierno israelí que emerja de las urnas el próximo 22 de enero se verá obligado a acometer una nueva operación -con operación terrestre incluida- algo que a su vez podría provocar el peor escenario de los posibles, esto es, una nueva guerra con Egipto.
Vía | ateneadigital.es
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